El festival de la cosecha

Ayer, estube acompañando a mi amigo, Pedro Villanueva, en la presentación de su último libro. Muy agradecida por esta oportunidad y por poder estar compartiendo momentos literarios. Conozco a Pedro desde el año 2015, acudió a la presentación de mi segundo libro, desde entonces vivimos una aventura... literaria. Espero, que lo que literatua ha unido, que no lo separe nadie. 

La presentación fue un éxito y estuvo llena. 

https://www.diariodeleon.es/articulo/bierzo/villanueva-presenta-libro-munic/202111190333382164627.html?fbclid=IwAR3WohCcJ9MW_kdKzsx21oRjIJiIm4qOL_ckblSK8ehBdyOO4ensHiuRwDw

 



 

Hace apenas unos días, el 3 de noviembre, fue el aniversario trágico del «Festival de la Cosecha», 78 años se cumplían de tan macabra fecha. Curiosa denominación para un día tan aciago. La Cosecha es un tiempo festivo, un tiempo esperado de recogida de frutos, de reconocimiento al buen trabajo. Pero nada más lejos de la realidad. El festival de la cosecha fue la siega de miles de vidas humanas, el arranque de raíz de padres, hijos, hermanos. Toda una siega de inocencia que sembró de sangre la tierra.

Estamos ante un libro de múltiples caras. Una novela coral construida desde el pasado, donde no solamente podremos contemplar la historia desde un lado, sino que la contemplaremos desde todos ellos. Víctimas y verdugos nos hablan desde sus páginas, nos exponen sus razones, sus miedos, sus creencias. Un libro que nos desnuda el horror y nos lo muestra sin ningún tipo de cocinado. Pero al igual que nos deja ver los intestinos de la crueldad humana, también nos hace creer en el amor, en la entrega, en la generosidad. Por momentos nos hace repudiar la condición humana, caer en las sempiternas preguntas de los «¿cómos?» y los «¿porqués?». El autor, Pedro Villanueva, nos lleva de la mano a través de sus palabras, así hace que nos asomemos a las kilométricas fosas donde se hacinan los cadáveres, que respiremos el olor de la muerte a través de la incesante humareda de los incesantes hornos crematorios, que sintamos los golpes y vejaciones a los que las víctimas son sometidas, que compartamos el aturdimiento de vernos despojados de toda nuestra vida (casa, hogar, familia y hasta la propia condición de persona) transformados, con suerte, en mano de obra desechable y, con desgracia en simples cenizas que se desperdigarán en el viento o vendrán a abonar la tierra. Pedro Villanueva, nos pone a lomos de la maquinaria de guerra y subidos en ella, contemplamos la devastación, en este caso, de la tierra polaca, que es donde se desarrolla esta historia, porque: «Una guerra cambia la naturaleza, lo bello se hace extraño y sombrío. La niebla encierra secretos en los bosques polacos; como una red, se desplaza lentamente, recogiendo las almas de los difuntos».[1] Pero hay esperanza, porque no solo sobre guerra y muerte está escrito este libro, también es una gran historia de amor y amistad. Porque, como decía el poeta «si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida». Se vertebra esta novela sobre el eje del amor, del amor de Benigno y Danca, un asturiano y una polaca. Serán sus ojos, cronistas de muchos de los acontecimientos históricos que vamos a leer, y su historia lo que aporte esperanza y fe más allá de la guerra.

«El tiempo que no nos pertenece, ese mismo tiempo que indica la cuenta atrás en mi vida. Permanezco esperando mi destino, que vendrá con sus cosas buenas y malas; otras, seguro, terribles»[2]. Piensa Benigno, el asturiano de Posada de Rengos, antes de llegar a su destino. Ese mismo hombre que terminará pensando que es un espectro, «mirando de reojo la bala que le puede atravesar traicioneramente y sintiendo más que nunca lo insignificantes que somos»[3]. Ese hombre que «se sintió engañado y escondió su pasado, guardando entre la ropa sucia sus condecoraciones, con una espina clavada en su corazón de por vida[4], sabiéndose utilizado como carne de cañón. Sintiendo que le habían vendido una historia llena de falsedades»[5] ese mismo hombre que como bien auguraba en sus primeros pensamientos, el destino tenía reservado para él cosas malas y terribles, pero también buenas, tan buenas como el amor incondicional de Danca. Es Danca, «la polaca», la luz que brilla con más fuerza en la oscuridad de estas páginas, ella representa la bondad y la esperanza, el altruismo, y por supuesto, la salvación de Benigno, ya que ella comenzó moviendo su mundo, pero terminó siendo eso mismo: su mundo para él.

Podría hablaros de los múltiples personajes que nos miran desde estas páginas, pero quiero que vosotros mismos los conozcáis, que los vayáis descubriendo en la lectura de este libro. Como lectora que soy, aprovecho también para agradecer al autor, que haya tenido a bien incluir al final del libro «Encore. Un poco más» y desvelarnos al final del mismo lo qué fue de cada uno de ellos.

Quiero que os adentréis en estas páginas, sin esperar flores en ellas, porque «las flores solo crecen tras las alambradas, a los pies de las torres de vigilancia, con su colorido manto de amarillos, rojos, blancos… en el interior del campo de Majdanek, todo está gris y embarrado»[6].

Caminemos bajo los bombardeos, desconcertados, ateridos de frío y congelados ante el horror, sintámonos prisioneros, abandonémonos ante la desolación, pero no perdamos de vista el horizonte, porque el amor es esa luz que siempre termina por imponerse sobre la oscuridad, y como escribiera Pablo de Tarso, en su carta a los Corintios: «El que ama es capaz de aguantarlo todo, de creerlo todo, de esperarlo todo, de soportarlo todo». Y esa es la fortaleza de Benigno, de Danca, aunque cuando echemos la vista atrás, cuando miremos a distancia…

«A distancia quedan los escombros y cenizas hechos de vidas borradas en el campo de Majdanek. Majestuoso se alza el monumento del campo III, la columna coronada con cuatro aves agitando sus alas en un vuelo de libertad; en sus entrañas, cemento hecho con las cenizas de los que fueron asesinados, recuerdo de que siguen ahí formando parte de un olvido que nunca llegará».[7]

Porque, «recordar es fácil para el que tiene memoria, olvidar es difícil, imposible diría yo, para quien tiene corazón». [8]

 

 



[1] Página 99.

[2] Página 42

[3] Página 90

[4] Página 281

[5] Página 201

[6] Página 79

[7] Página 254

[8] Cita de García Márquez.



Comentarios

Entradas populares