Blanco mar

He quedado finalista en un concurso de relatos de terror. Gano muy pocos concursos y quedo finalista en muchos otros. 

 


BLANCO MAR

 

Hay algo que no puedo contar, porque nadie lo entendería. Hay algo, que si llegara a contarlo, seguramente sería tachada de loca, lunática. Se me pondría el sambenito de «pasada de rosca». No, no puedo contárselo a nadie, no lo entenderían. Por otra parte, ¿cómo explicar una sensación, algo que no puede verse, que no puede tocarse, que solo puede sentirse? Y sin embargo, tengo la plena certeza, ya no dudo, ya no…

Al principio, ni yo misma sabía bien que era esto, o tal vez, era mi propia educación racional la que me impedía el querer aceptarlo como algo real, como algo reconocible dentro de su intangibilidad. No creo en fantasmas, nunca he creído en ellos, pero ahora, tengo que negarme a mí misma, reconociendo la evidencia. Un soplo de viento me acompaña a diario, acariciándome con suavidad, lo siento en mi piel. El soplo, no ha venido solo, tiene su olor, ese olor tan añorado y ahora nuevamente conmigo. Y el sonido, el ruido de pasos conocidos y la respiración acompasada que precede al sueño y que vuelvo a oír cada noche. No, no han sido, no son imaginaciones. Yo, precisamente la que no creía en fantasmas, ha terminado caminando con uno, durmiendo con uno, viviendo con uno.

Todo empezó despacio. Al principio fueron ligeros indicios, leves manifestaciones que quise achacar a mi imaginación, o sin lugar a dudas, a mi deseo desesperado de que pudiera ser algo real, porque dentro de mí, a pesar de mi rechazo inicial, deseaba que aquello que intuía y me negaba a creer, fuera, se hiciera cierto. No, esto no puedo contárselo a nadie. Ya percibo las  miradas de lástima, o peor aún, las miradas de asombro en cuyo fondo se atisba el pensamiento de: «¡qué locura, pobrecita!» Tampoco he sido hasta ahora distinta al resto, si alguien me hubiera contado un caso semejante hace apenas unos meses, con toda seguridad, hubiera reaccionado de igual manera, así que por ello, no tendría nada que reprochar a esas miradas, a esos pensamientos. Pero ahora, este ente, este fantasma, esto lo que sea que no es más que tú, me está ocurriendo a mí, y solo yo, únicamente yo, quiero disfrutar y perderme en ello. Sin consejos ni recriminaciones ajenas.

Me he despertado temprano. Esta noche he vuelto a dormir envuelta en el aroma perdido y recuperado, mecida en el compás de la respiración conocida, acaricida por este leve y suave soplo. Ha regresado a mi cama, has regresado a nuestra cama. No me he despedido de nadie, tampoco existe ese nadie al que me ligue algo más allá que el trato amable y cordial de la cotidianidad laboral o vecinal. Es invierno y junto a él la niebla ha descendido sobre Ponferrada, se desliza por los tejados de pizarra, también el frío. Las farolas lucen con esa luz espectral que esa misma niebla parece dotar a todo aquello que rodea. Me gusta esta luz, siempre me han gustado estos paisajes de mi tierra difuminados bajo la niebla. Salgo de casa, los pasos, la respiración, el soplo, no se quedan detrás de la puerta, se vienen conmigo, detrás de mí, delante de mí, caminando a mi lado. Camino entre la niebla, yo misma debo parecer una aparición, un dibujo difuminado en este frío amanecer. Recorro mi barrio, Barrio de los Judíos, caminando hasta el Puente del Centenario. Atravieso el puente y pienso en esa agua del río, siempre discurriendo, siempre parecida, pero nunca la misma, como la propia vida. Este soplo cálido que me acompaña disipa mi frío, habito junto a él como en una burbuja. Mi mundo se ha transformado en esa burbuja, camino, respiro, siento y vivo dentro de ella, con él, contigo. Ya no estoy sola, he dejado de estar sola, aunque dentro de poco, definitivamente dejaré de estarlo ya para siempre. Para siempre ya…

Desde la Avenida de la Libertad, me imagino el dibujo de los Aquilianos, aunque hoy no pueda verlos, aunque la niebla envuelva todo, sé que siguen estando ahí, con sus picos nevados, muda presencia del paso de los años. Y pienso en las veces que estuvimos allí arriba, contemplando esta ciudad como si fuera de juguete y nosotros esos dioses todo poderosos que pudiéramos jugar con ella a nuestro antojo. El Toralín me ve pasar, estoy cerca ya. Todos estos paisajes han sido nuestros, esta tierra está repleta de nuestros pasos. Este mundo de la nieve y del carbón, el carbón que habita bajo este nuevo barrio de la Rosaleda, construido sobre los escombros de la negra montaña.

He llegado. La Torre de la Rosaleda se levanta orgullosa, ajena a los comentarios que la tachan de horrenda. Ella contempla desde su altura este valle berciano. Me introduzco en ella, quiero dejar abajo estos treinta pisos, quiero encaramarme a sus más de cien metros. Aquí arriba, la niebla apenas llega. Por encima de mí, el azul cielo, a mis pies un mar, un mar de niebla en movimiento. Tú me esperas en ese mar blanco. Si me sumerjo en él, si me zambullo en sus sutiles aguas, lo que hoy sólo es una leve presencia, un soplo, un sonido, un olor, se transformará en algo rotundo. Volveremos a estar juntos, juntos para siempre ya. Solo he de cruzar esa línea, no tener miedo y abandonarme. Eso es lo que el soplo me susurra, me lleva susurrando días. Este soplo que habla con tu voz, porque ¿eres tú, verdad? Eres tú el que me espera en este blanco mar, eres tú el que habrá de salvarme del frío, rescatarme de este interminable invierno.

Ha llegado el momento, no te hago esperar más, no quiero esperar más, voy hacia ti. Creo y sé que eres, creo y sé que seremos. Creo y…

 

 

DIARIO DE LEÓN

EXTRAÑO SUCESO EN PONFERRADA

Ayer sábado, sobre las 10,45 de la mañana, una mujer de 59 años, con iniciales A.G.L, fue encontrada en la azotea de la Torre de la Rosaleda. Una llamada de un vecino, dio aviso a las autoridades, al escuchar unos sonidos extraños en lo alto del edificio. La mujer, con claros síntomas de hipotermia, tuvo que ser atendida por los servicios de urgencia trasladados al lugar de los hechos. Se desconoce la causa de su incursión en la citada azotea, pero se baraja algún tipo de trastorno mental, ya que no dejaba de repetir: «me esperabas y no he podido, me esperabas y  no he podido…»

Fuentes cercanas a la misma, han declarado que  hace apenas un año, fallecía su compañero sentimental y desde entonces fue apartándose de amigos y conocidos.

De momento, permanece ingresada en el Hospital del Bierzo.

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