Manuela Rejas

Ha llegado a mí el libro sobre Manuel Rejas en el que con tanto cariño colaboré. Salió en primavera, en la primavera pasada, y yo, lo sostengo entre mis manos ahora que es invierno y ya es un nuevo año. Sonrío, porque me gustan este tipo de colaboraciones, este descubrir a mujeres interesantes, este perderme un poco en la vida de otras, de otras que antes que yo también soñaban, también leían, también escribían y vivían... 

 


 

ABRACADABRA

 

«Sin descanso recorro lentamente

por ciudades y pequeñas aldeas

voy buscando sin cesar indicios

de que en realidad valió la pena

tanto luchar y tanto sacrificio»[1]

 

Abracadabra, que no es un niño, que es una niña que va a transformar el rechazo de su padre, la falta de cariño, en robar sonrisas y hacer felices a los demás. Una niña que sueña y que habrá de perseguir su sueño hasta alcanzarlo, hasta asirlo firmemente con sus manos, sin volverlo a soltar ya. Una niña que esperará expectante la llegada del verano, porque con él llegarán ellos, los pájaros migratorios más fascinantes, los titiriteros que la habrán de cautivar, hasta descubrir la carpa del circo, que es lo que la enamorará.

Abracadabra, que llega a sus manos una maleta que impulsa a Manuela a ser Violeta, una Violeta maga que, de ilusa y «artista de la escoba», se ha transformado en ilusionista. Que la oscuridad ha dado paso a la luz, que el sueño es una realidad y la magia que siempre la ha habitado, sale ahora hacia fuera, para que todos la puedan ver. Mujer y maga, la primera, rompiendo esquemas y barreras, callando bocas y haciendo oídos sordos y ojos ciegos a los menosprecios. Violeta valiente en cuyas manos las cartas se transformaban, los pañuelos se enlazaban y el confeti llovía. Manuela literaria y también prestidigitadora de las historias, de los poemas, exorcizando sus miedos, sus dolores y sus noches a través de las letras, porque «¿qué sabe nadie de la noche?».[2] Pero las letras también tienen su propio hechizo, en este caso su propia vida.

Mi querida Manuela, mi admirada Violeta, la soñadora de que siempre el mañana puede ser mejor. Te escribo sin conocerte y al mismo tiempo conociéndote, como si esto fuera posible, como si esto no  fuera más que un truco de los que tanto te gustaban. Sin conocerte te he visto, te he escuchado, te he sentido… y te escribo. Te imagino disuelta en las verdes aguas de tu Órbigo amado, discurriendo hasta al Esla que a su vez se unirá al Duero, y desembocando en el Atlántico. Te imagino viajando en el agua, ligera ya de equipaje, despojada ya de tu inseparable baúl americano.

Abracadabra pata de cabra, que este es el gran truco final, que ya no habitas en un  río, que ahora habitas en el mar, que nuevamente recorres el mundo, ilusionista incansable, fiel a la magia hasta este final. Lejos de indicios, plena de realidades, Manuela Rejas, Violeta Maga.

 

 

           

 



[1] Buscado. Manuela Rejas

[2] Palabras de Manuela Rejas en el cortometraje “Violeta y el baúl americano”

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