Manuela. Una vida hecha poemas

 

El próximo día 15, en la Biblioteca Municipal de Ponferrada, se hará la presentación del libro «Manuela López García. Una vida, una obra». Me encantaría poder estar presente, pero las circunstancias lo impiden. Sí que estarán mi compañera de club, Elisa Vázquez y Emilio Vega, gran poeta y gran amigo. 

Os dejo, mi humilde aportación en este libro. No tuve la suerte de conocer a Manuela, pero si he podido acercarme a ella, a través de aquellos que la conocieron y admiraron, y sobre todo, a través de sus poemas.

 

 

 

 

MANUELA. UNA VIDA HECHA POEMAS

 

Heme aquí de nuevo, donde todo empezó, nuevamente en esta tierra rebosante de viñedos y acunada por el murmullo del Cúa. Después de peregrinar de residencia en residencia, he tornado a donde habitó siempre mi nostalgia. Aquí, donde han nombrado una calle, y hasta un concurso, con mi nombre, ¿cómo creérmelo aun siendo cierto?

«Yo supe del pan duro, del hambre dura»[1] y ahora, después de tanto saber, me siento en paz con los hombres y también conmigo misma. Ahora que «multitud de caminos guardan mis pisadas»[2] he decidido cesar de caminar, detener mi discurrir aquí y ahora, no pisar ya más calles que estas que me vieron nacer y que me verán morir. He arribado por fin a «mi trigal y a mi manzano»[3], no para buscar tu nombre, sino para seguir recordándote. A pesar de todo lo vivido «busque tu nombre entre los nombres de todos los tiempos»[4] y no hallé ningún otro que fuera tal dulce como el tuyo, tan añorado como el tuyo, tan amado como el tuyo, mi perdido, mi asesinado José. Nunca he dejado de ser «este cansancio herido»[5], pero aquí, entre los míos, me siento más acompañada, menos sola. Hay tardes en las que camino hasta llegarme al «hombre honrado de estirpe labradora»[6], después de todo, tuve una fortuna a mi lado, Enrique* era ese hombre íntegro que me acompañó, ¿ha sido la vida honrada conmigo? Creo que yo lo he sido más con ella, aunque en estos últimos tiempos se haya querido congraciar, haya querido mostrarme esa sonrisa que tantas veces me negó. Hubo un tiempo en el que volvieron los crepúsculos, esos mismos que «huyeron de mi vida sin dejar huella»[7] y pensé que nunca regresarían, porque «cuando te fuiste se detuvo mi vida»[8] aunque seguí esperando, «esperaba encontrarte en cada esquina, en cada encrucijada»[9]. También mi vida se detuvo con esta ceguera, ¿qué vida tener si ya no puedo entregarme a las palabras leídas? Aunque ya no pueda verlos, sé donde están los cipreses y pienso y también sé, que allí habré de descansar en breve, porque esta soledad me pesa en demasía, esta «soledad. Este cansancio herido que se apresura por mi sangre errante»[10], y siento que ya he vivido bastante, que «se me escapa la vida que me vive, como huyen la luz, la nube, el viento…»[11]

 



[1] Yo supe…

[2] Por los caminos

[3] Viajera

[4] Busqué tu nombre

[5] Dos palabras

[6] Al monumento a la vendimia, símbolo de Cacabelos

* Enrique López, segundo marido de Manuela.

[7] Cuando te fuiste

[8] Cuando te fuiste

[9] Caminos de Soledad

[10] Dos Palabras

[11] La vida que me vive

 

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