El día. Año 2010



Despertó y tuvo que parpadear en varias ocasiones hasta poder ubicarse en el espacio desconocido. Hoy el era el día, el DÍA, y despertaba en la habitación de un discreto hotel, donde la noche pasada la había alojado la directora de la editorial. Un hotel modesto, como la propia editorial, como su propio nombre dentro del panorama literario. Modesto, pero al menos limpio.
      Se incorporó de esa cama extraña que había cobijado sus sueños esa noche, aunque no recordara ninguno de ellos en este preciso momento en el que se desplazaba ya hasta el cuarto de baño. La luz artificial le hizo parpadear nuevamente delante del espejo. Contempló su rostro enmarcado por el alborotado pelo. Pensó que a pesar de las arrugas y de las leves ojeras que circundaban su mirada en los últimos años, no estaba nada mal. La madurez, aparte de los fastidiosos desarreglos hormonales, le había traído un nuevo atractivo, una belleza serena e interesante. No, no estaba mal para su medio siglo, y cuando terminara de arreglarse, pensaba estar mucho mejor. Hoy tenía que ofrecer su mejor imagen, para ello había pasado toda la semana buscando la indumentaria adecuada, solamente el tener que decidir entre falda o pantalón le había llevado un par de días, pero finalmente, creía haber acertado con aquel vestido de estampado informal y de línea algo retro.
      Abrió la ducha y se introdujo en ella. El agua caliente arrastró el último poso de sopor de la mañana. El paso del tiempo también se había mostrado benevolente con su cuerpo. Sí, puede que su piel ya no mostrara la misma elasticidad, pero su pecho, merced a su reducido tamaño, seguía manteniéndose firme en su sitio, la celulitis en sus muslos tampoco era excesivamente evidente. Se envolvió en la blanca toalla y extendió, cual eficiente cirujano, todo su instrumental de maquillaje. Sonrió contemplando el resultado final, la verdad que no, que no estaba nada mal. Envolvió su pensamiento bajo las profundas notas orientales de mandarina, pimienta, cilantro y clavo de olor que conformaban Opium. Ese perfume era una de las llaves que abría la puerta de sus recuerdos mejor guardados, era el perfume que él le había regalado, el perfume bajo el que conservaba aquella historia, el... El sonido del teléfono le devolvió de nuevo a la realidad.
      - Buenos días Señora Antonia, le paso una llamada -.¿Por qué las voces de los recepcionistas ha de ser tan impersonales, tan artificiales, desprovistas de matices, asépticas?
      - Gracias.
      - ¿Qué tal, preparada? ¿No estarás nerviosa? –. Esteban había querido acompañarla, aunque tampoco insistió mucho en ello, la verdad, Esteban hacía años que había dejado de insistir en nada. Se imaginaba frecuentemente dejándole, pero siendo sincera consigo misma, a su lado la vida era cómoda, y una llega a cierta edad en la que la comodidad prima sobre el resto de los deseos. Que triste pensar así, ella, precisamente ella, que siempre se mostró como una abanderada de la pasión incombustible, pero el tiempo había terminado por dar la razón a todos aquellos que opinaban que la pasión es un mero espejismo de escasa duración en el desierto de la convivencia en pareja.
      Terminó rápido con la conversación, tampoco había mucho que contarse. Miró el reloj, las nueve, aún tenía tiempo para desayunar, faltaba una hora para encontrarse con su editora y dirigirse hacia los grandes almacenes donde iba a producirse la presentación de su novela y la posterior firma de ejemplares. No era su primer libro, pero sí su primera presentación a nivel nacional. No era su primer sueño cumplido, pero sí su sueño más recurrente. ¿Cuántos años han pasado? Diecinueve, no, veinte años ya, veinte años sin verle, sin apenas saber nada de él más que noticias esporádicas cazadas al vuelo. Al menos, sabe que vive allí, en esa gran ciudad, eso es lo poco que ha llegado a saber sobre él. ¿Cuántas veces ha imaginado este día, el DÍA? Lo que va a vivir en breves momentos lo ha imaginado y recreado ella ya cientos de veces desde que todo terminara y se viera impulsada a exorcizar sus interrogantes a través de las letras. En su sueño, ella presenta su novela, una gran novela, y él, enterado por la publicidad dada al acto, acude a esa presentación. Ese sería el marco de su reencuentro, al menos ese era el marco que ella le había otorgado a lo largo de todos estos años en sus sueños. 
      Y ahora estaba allí, entrando en la sala, sintiéndose nerviosa, con docenas de mariposas aleteando en el estómago. Presidiendo el pequeño estrado, la portada de su último trabajo. Un par de periodistas hacían fotografías. La sala estaba bastante concurrida, ella no pensó que fuera a acudir tanta gente, no creía que su nombre fuera capaz de traspasar las fronteras de su provincia, pero aquellas personas habían acudido al reclamo de su nombre, mejor dicho, al reclamo de sus historias. Se sentó y  paseo su mirada de forma nerviosa entre los asistentes. ¿Estaría ya entre ellos? A pesar de los años transcurridos, creía ser capaz de seguir reconociéndolo. El hecho de que por entonces ya fuera calvo facilitaba el que tampoco los años le hubieran cambiado en exceso, al menos es en lo que su esperanza se amparaba.
      Su editora comenzó a hablar,  haciendo una exposición referente a su obra pasada y centrándose en la presente, gracias a la cual, hoy estaban reunidos. Aunque más tranquila, las mariposas no cesaban de revolotear allí, en su interior. Cuando le llegó el turno a ella, fue capaz de abstraerse del cosquilleo y exponer una pequeña parte de su vida, sus inicios en la escritura y las fuentes de su inspiración. La decepción no obstante, se iba abriendo paso en su estado de ánimo. Aún no había sido capaz de descubrir su presencia entre el público. Que tonta había sido, tan tonta como hacía veinte años.
      Llegó el momento de las sonrisas y de la firma de ejemplares: con cariño para, esperando guste a, dedicado a... El salón se fue quedando vacío, al igual que su interior, que ya no albergaba ni una sola de las mariposas. Todo pasa deprisa y aquello esperado con ansia aún mucho más. Podía estar contenta, había vendido un buen número de ejemplares. Su editora se mostraba exultante, al igual que el encargado de los almacenes. Ella, disimulaba su decepción bajo una fría pero cortés sonrisa.
      Se encaminó hacia la salida, comentando los pormenores con su editora. Irían juntas a comer, luego regresaría a su ciudad. ¿Y ahora qué?, pensaba mientras hablaba, ¿qué ha quedado del sueño, del gran DÍA?
      - Siento llegar tarde, pero... ¿le importaría dedicarme su libro? -
 Sus ojos se encontraron con los del hombre que sostenía su libro en la mano izquierda, mientras que con la derecha tendía hacia ella un bolígrafo. El hombre sonreía con sus ojos clavados en ella. La misma mirada en la que creyó morir hacía veinte años. Él, era él. Después de toda esa sucesión de días, de meses; después de una docena de novelas y múltiples relatos, volvía de nuevo a verse reflejada en aquella mirada, en su inspiración. No importaba el tiempo, no importaba nada, su sueño se había cumplido. La espera había merecido la pena, sabía que su corazón nunca le había engañado.
Ese día, no comió con su editora. Ese día, no regresó a su ciudad. A partir de entonces, poco o nada se volvió a saber de aquella escritora. Ella recuperó su creencia de que la pasión es incombustible y no necesitó más las letras.

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