Nada. Relato finalista. Abril 2016



Todo lo que cabe en un nada, en un nada que se erige protagonista tantas veces de respuesta a lo que estás, estamos pensando. Hay nadas inmensos, nadas diminutos, nadas superficiales, nadas profundos y nadas hasta abisales. La respuesta suele ser generalizada, al igual que la pregunta planteada ante una mirada perdida, ante una falta de atención palpable.
   ¿Qué piensas?
   Nada
Y ciertamente es nada, es, entre otras cosas, pensar en lo que esa palabra significa según la propia RAE: sensación de vacío, estado de carencia. Así, contradictoriamente, pienso, pensamos en nada y por ende, en todo a la vez.
Mientras él responde que piensa en nada, evoca nuevamente la carretera, la música escuchada en el coche antes de llegar, los días, las semanas, los meses a veces de espera. Piensa en volver a encontrarse con ella, con la mirada de ella, encontrarse para poder perderse. Perderse de lo conocido, de lo rutinario, de lo cotidiano, perderse para encontrarse, con ella y con él mismo. Cuando conduce,  le gustaría plegar en dos, en tres, y hasta en cuatro el espacio que de ella lo separa, le gustaría tener la potestad de detener el tiempo, la virtud del desdoblamiento para así poder vivir dos vidas. La vida que todos ven, que todos conocen, que muchos envidian, porque verdaderamente es una preciosa vida a la que nada parece faltarle: cariño correspondido, estabilidad profesional, solvencia económica. Vida de postal, de las que podrían dibujarse sobre un lienzo propagandístico del buen hacer, del buen hijo, del buen marido, del buen padre. Se imagina ahora arañando sobre su propia imagen en ese lienzo, buscando debajo del óleo. Si hubiera sido hace un tiempo, uno habría encontrado bajo su superficie un vacío corrosivo, una mancha fea, informe y disconforme ante tanto trazo definido y bien dado. Pero hoy, a poco que se arañara, aparecería un dibujo de trazos imprecisos pero de vibrantes colores, un dibujo en movimiento, como ese huracán de pensamientos que no para de girar en su mente cuando contesta que no piensa en nada, cuando ese nada es todo, y todo es ella, es todo deseo, todo anhelo y ganas de sentir.
Desliza su lengua por la comisura de los labios, sonríe pensando en esa otra lengua que tan pocas veces puede ocupar su boca, en esa boca que su lengua horada con la avidez acumulada ante tanto deseo meramente imaginado y pocas veces satisfecho. Vuelve a concentrarse en ese nada de su pensamiento, concentrándose en el delicioso temblor de su piel mientras él le retira la ropa, evocando la calidez de su respiración y la premura que tienen las manos de ella para desabrochar los botones de ese pantalón vaquero sin cremallera. Y nuevamente la boca de ella, ahora mucho más abajo, lamiendo, succionando, aspirando, absorbiendo su sexo, ese sexo que dejo de ser propio en el momento que la conoció. 
Se remueve en el sofá, tratando de dar la espalda a esa erección que pugna por asomar. La luz de la televisión imprime diferentes sombras en el salón, su mirada se pasea por las cuatro paredes tan conocidas, las figuras de sus hijas y su mujer se vuelven prácticamente transparentes, y las paredes se disuelven hasta formar otras cuatro, paredes lejanas, paredes apenas habitadas, paredes de hotel, impersonales y al mismo tiempo tan llenas de su verdadera intimidad. Se apodera de él una sensación de náufrago, habitante solitario de una isla que es el cuerpo de ella, donde su sexo, el de ella, es esa tierra cálida y húmeda donde todo puede florecer, es ese abismo en el que quiere no dejar de caer, en el que quiere seguir descendiendo. Ella, deslizándose por su espalda, bajando por su pecho, de frente, de lado, rindiéndose genuflexa para él.
Para él, que no es nada, que no piensa en nada, que no siente nada, pero que con ella lo es todo, con ella piensa en todo, con ella siente todo. 



Comentarios

Entradas populares